06 mayo 2014

CERTAMEN DE MICRORRELATOS THE GANCHILLO NATURAL REVOLUTION (VIII)

Otra entrega de los microrrelatos del concurso está aquí....

22. BERENICE 

Al entrar en el salón, Berenice se quedó atónita mirándolas. Boquiabierta y aferrada a su nuevo libro, no daba crédito a tal estampa. Allí estaban, las tres. Sentadas en corrillo cotilleando entre sí y tratando de encontrar el inicio de la madeja de estambre.

-¡Te lo dije, Cloto! Que no tardaría en llegar. Ahí la tienes, con la misma cara de arpía de siempre ̶ susurró Aisa.

Sin inmutarse ante su presencia, y sin siquiera levantar sus cabezas para mirarla, continuaron deshilachando el ovillo.

-¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí? ̶ preguntó obnubilada Berenice.

-Querida, estamos haciendo ganchillo con tu hilo.

Un golpe seco contra el suelo acompañó el musitar de la tercera.

-¿Quién te mandó a cortar, Aisa? ̶ preguntó irritada Láquesis.

-Lo siento, se me fue la mano ̶ replicó la otra mientras Cloto sacaba una nueva madeja de vida.
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23. MEDITACIÓN EN COLORES

Tal vez fuera una buena opción en aquella etapa de poca actividad física y excesiva actividad mental.

Escoger las texturas, los diseños y sobre todo los colores le hacían sentir animada.

Sus primeros pasos fueron una bufanda tejida con agujas. Era de un azul intenso, un azul de mar de aguas profundas.

Después siguió un chal calado, hecho a ganchillo, de un verde alegre y refrescante. Esta vez debía esforzarse más en mantener la atención y durante aquellos instantes conseguía detener los incesantes pensamientos.

El silencio de primera hora de la mañana le inspiró a centrarse en la respiración. Sus manos fluían acariciando los hilos y notando como se deslizaba el ganchillo entre los dedos.

La creatividad le había aportado la calma que tanto necesitaba: respirar, tejer, captar la esencia de los hilos que poco a poco iban tomando forma... La magia de la meditación en colores.
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24. ME PERDÍ 

Odiaba la sensación de extravío.

Desde que apareció sobre la faz de la Tierra, el perderse por dondequiera que fuese le resultaba insoportable.

Y se había perdido.

Era incapaz de saber cómo, aunque intuía que la mano ajena que la dominaba había tenido algo que ver. Quizá por eso le parecía, además increíble. Toda su vida habían sabido decirle adónde ir, cómo llegar, cómo volver. Siempre le habían trazado la ruta. La correcta. La única.

Se detuvo unos instantes, observando detenidamente a derecha e izquierda. Todos los caminos le parecían iguales, y sin embargo sólo unoera el que debía seguir. Asaltada por la duda, retrocedió.

No lo pudo hacer peor.

Al recular, quizá cegada por la rabia, arrastró consigo parte de las hebras, rompiendo definitivamente la senda.

Ella, aquella aguja de ganchillo del número 5, de madera de boj, vieja, experta, se había perdido en medio de los puntos.

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