30 abril 2014

CERTAMEN DE MICRORRELATOS THE GANCHILLO NATURAL REVOLUTION (VII)

Y aquí tenéis la séptima entrega de los microrrelatos del concurso, nos quedan algunos más almacenados para publicar ;)!




19. CADENETAS INVISIBLES

Todo empezó cuando me rompí la pierna: la abuela me puso un ovillo y una aguja en el regazo y, para que me olvidara de trepar a los árboles, me enseñó a hacer ganchillo. Empecé haciendo bufandas a mis peluches y terminé decorando la casa entera y a mi misma con originales labores. Por aquella fiebre tejedora, me gané el apodo de ‘La araña’, nombre que utilicé para el floreciente y lucrativo negocio en el que logré convertir mi afición.

Un día me percaté de que había otros hilos en la vida que podía entrelazar: fue así como fundé una red secreta de contactos solidarios que remataban los cabos sueltos del mundo. Las autoridades nunca relacionaron las colchas, jerseys y coloridos cestos llenos de comida que recibían, como por arte de magia, los más necesitados, con las negras flores de croché que aparecían en los prematuros entierros de algunos indeseables.
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20. FLOR DE PRIMAVERA

Estoy sola en casa y, otra vez, vienen a por mí. No hay nada que les impida entrar. Las puertas están abiertas. Me empiezo a marear. Enfermedades imposibles invaden mi cuerpo, la desesperación, el miedo, el terror. La muerte y la nada son inminentes. Nadie puede salvarme, excepto yo misma. Voy a por mi arma. No está en su sitio, alguien la ha cogido. Escondida, la encuentro entre los pliegues del sofá. La agarro fuerte y me siento, esperando. En la mano izquierda, hilo rojo. Entonces, con el ganchillo, empiezo a tejer. Una flor de primavera y, por fin, todo vuelve a la calma.
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21. UNAS HEBRAS MÁS

Hacía frio en la habitación. Ana, con las manos ateridas, tejía y tejía sin parar una mantita de ganchillo que cada poco tiempo contemplaba mientras canturreaba una nana.

De fondo, una cuna guardaba a un pequeñín que apenas se movía.

Ana, miró los ovillos que tenía en el cesto. Todavía faltaba la mitad de la labor y el frio seguía calando en los huesos y su bebé respiraba cada vez más despacio…

Tenía que terminar aquella mantita como fuera, así que, cogiendo unas tijeras, rajó su jersey, consiguiendo más hebras para seguir tejiendo esa mantita con la que arropar a su rey hasta que consiguieran sacarla de su encierro.

Al día siguiente, cuando pudieron entrar en la habitación, encontraron a un bebé dormido en su cuna arropado en una mantita de ganchillo hecha de jirones de lana y a su madre, inerte, desnuda a su lado.



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