26 mayo 2014

CERTAMEN DE MICRORRELATOS THE GANCHILLO NATURAL REVOLUTION (XIII)

Aquí están cinco microrrelatos más del concurso, si os gustan, atentos a nuestras redes sociales para votarlos....



41. COLORES

Concentrada en su multicolor labor de ganchillo teje para espantar los pensamientos negros. Para que los azules la lleven hasta el mar que apenas recuerda, los amarillos a una playa interminable de fina arena en la que tumbarse a tomar el sol; los verdes, a campos de sosiegos y esperanza. Cada vez que hace una cadeneta da un paso hacia otra vida más amable. El reloj avanza y marca ya las dos. Pronto llegarán su marido y sus hijos, agotados y hambrientos, después de trajinar toda la mañana en el campo.

En la cocina silba la olla, en su interior hierve un caldo aguado: unas verduras y un hueso de ternera que le regaló Damián, el carnicero.

Se le acaba la lana y en la cesta sólo queda un ovillo. Un ovillo negro.
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42. A ESCONDIDAS

Había crecido rodeado de lanas, hilos y el sonido inconfundible de las agujas al chocar entre sí que era la banda sonora de su vida, pues su madre y, antes de ella, su abuela habían sido unas tejedoras incombustibles que siempre tenían alguna labor entre sus manos, que si una bufanda para papá, que si un chaleco para el abuelo, y por supuesto, las mantas tan calentitas que hacían uniendo cuadrados de ganchillo en las que utilizaban los restos que iban quedando de otras labores. Lo que no sabían es que el pequeño Edu había aprendido de tanto mirarlas y, por las noches cuando todos dormían tejía a escondidas cuadrados y cuadrados… Era incansable, veía que ellas siempre tejían prendas para los demás y quería sorprenderlas, y así fue cuando el día de Navidad se encontraron con una manta para cada una tejidas a manos de Edu.
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43. NEURONAS DE GANCHILLO

Las neuronas de la abuela se iban descolocando. Su galopante Alzheimer parecía imparable igual que su afán en hacer ganchillo. Tejía fundas para sus gafas, para su dentadura, para sus botes de pastillas e incluso para su alianza. El mes pasado se despertó de madrugada y la vi sobre mi cama con un metro. Quería mantener una señal de identidad y poder reconocer siempre a su nieta. Sabía que era la forma con la que diferenciaría todo su mundo pero olvidó enfundar su aguja.
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44. DESMADEJARSE

La madeja con sus nudos se iba deshaciendo poco a poco.

Primera vuelta del derecho, la niñez, la adolescencia, algún punto del revés, pero nada se escapaba.

Continué tejiendo mi vida cambiando de colores, tejiendo puntos calados, gruesos. La sisa, la espalda, el delantero, el cuello, colores. Obras de arte salían de mis manos.

Cuando más bella me veía tejí con mis manos el traje mas largo y blanco de mi vida, ilusiones, calados, entrelazando el revés y el derecho. Tejí, tejí y la madeja llegaba al final.

Del blanco al rosa, del rosa al rojo, del rojo al morado, del morado al negro.

Él me desmadejó
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45. SUTURAS

No sé si es porque Miguel vivía a miles de kilómetros de mí, pero la distancia entre nosotros se había ensanchado como el agujero de un calcetín viejo que uno se obstina en seguir usando. Como era invierno, decidí tejerle una bufanda. Confiaba en que sus hilos tendrían la calidad de una sutura con la que podría recomponer nuestra relación maltrecha.

Escogí un hilo de lana gruesa porque su resistencia a la ruptura me pareció conveniente para mi propósito. Me apliqué con entusiasmo a mi labor, pero me faltaba destreza y tenía que hacer y deshacer los puntos constantemente. Aunque el resultado fue una bufanda llena de imperfecciones, la empaqueté y se la envié a Miguel. Quizá él también sepa que no hay bufanda de ganchillo en el mundo en la que no se distinga, si se mira con atención, el rastro de una herida que trató de repararse.

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